First Man: Review

 En First Man, Damien Chazelle reproduce con humanidad y poesía los acontecimientos que culminaron con la misión del Apolo 11 el 21 de julio de 1969. Y aunque el foco emocional del film cae sobre el protagonista de esa hazaña, Neil Armstrong (Ryan Gosling), la película también refleja el estado de ánimo mundial ante una conquista humana de semejante envergadura. De hecho, el film acaba convirtiéndose en una cápsula del tiempo, donde caben las esperanzas y las frustraciones de aquel periodo especialmente convulso.

Hay bastantes razones que convierten a First Man en una película memorable. Para empezar, cuenta con un excelente guión de Josh Singer, inspirado en la biografía de Armstrong escrita en 2005 por James R. Hansen. Con ese soporte, Gosling encarna a un héroe estoico, dolorido, de carne y hueso, guiado por principios éticos, por su profesionalidad, y también por razones familiares no siempre felices.
Que nadie espere aquí la épica propia de una ópera espacial. En esta experiencia inmersa, acompañamos a los astronautas mientras se acomodan ‒es un decir‒ en el interior de módulos claustrofóbicos, cuya fragilidad supone siempre un peligro mortal. Y también somos espectadores de los miedos de sus familias, conscientes de que cada misión puede ser la última.
Gosling está magnífico en la piel de Armstrong, y lo mismo cabe decir sobre quien encarna a la mujer del astronauta, Janet: el mejor papel de Claire Foy hasta la fecha.


 Un último detalle: fíjense en la elegancia con la que está rodado el film. Chazelle evoca la figura de los exploradores lunares desde un punto de vista moral y trascendente. Por eso la cámara no encuadra a los personajes como superhéroes de cómic, sino como tipos reales, sensibles, obsesivos, ocasionalmente enigmáticos y desconcertantes, obligados a reconsiderar su papel en los turbulentos años de la guerra fría.


-sh

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